Mi primer fantasma, la dama blanca en mi casa.

Escrita por Agatha C.

Cuando tenía 15 o 16 años descubrí que tenía el “don” de ver a los muertos.
Yo estaba sola con mi madre en casa (puedo recordar que yo estaba fregando la casa y me encontraba a la puerta del dormitorio de mi hermano), entonces vi que había algo en el baño, pero por el ángulo en el que me encontraba no podía verla bien porque el muro le tapaba medio cuerpo. Pensé que era mi hermano y le regañé: ”vete del baño, que está todo limpio y el suelo mojado” al no contestarme, volví a decírselo, ya que mi hermano es bastante bromista y siempre esta gastándome bromas, “ me estás cansando, no tiene gracia, vete, ¿sí?” pero “mi hermano” seguía en el baño, escondido…  hasta que decidí ir hacia allí, pero el timbre de la puerta me paró y le dije a él, riéndome: - Mira, tienes mucha suerte que ha sonado el timbre de la puerta, pero en cuanto abra… voy a por ti y te mato” y empecé a reírme, pronto se desvaneció mi risa por completo.

Cuando mi madre abrió la puerta y escuché a mi hermano y vi como él entraba en la casa, solté un grito desgarrador y me fui a la cocina llorando, le dije a mi madre lo sucedido y desde entonces le cogí un pánico al pasillo que no veas, pero, tenía que superarlo, ya que no tenía otra opción.

Pasadas un par de semanas me ocurrió otra cosa parecida, pero más profunda: una noche de madrugada bien pasada las dos de la mañana, mi madre y yo estábamos viendo la tele, ya era hora de acostarnos, así que mi madre fue a darle un beso a mi hermano de buenas noches y yo me dirigí a la cocina a beber agua. Pero, en cuanto apagué la luz, vi en el espejo que reflejada detrás de mí, había una mujer muy bella(al principio creí que era mi madre, pero imposible, ella estaba en el cuarto de mi hermano), esta chica estaba sentada en la silla, toda llena de luz, vestida de blanco y me sonreía… no sé porqué, pero esta vez no me asusté, su sonrisa era tan perfecta, tenía el pelo liso hasta los hombros. Me quedé mirándola unos segundos, hasta que me volví… y allí ya no había nadie, ¡había desparecido! Encendí  la luz y me fui hacia la silla, y pasé la mano lentamente donde estaba ella segundos antes. Estaba sorprendida por no haberme asustado, quizás fue aquélla sonrisa que me envió paz y tranquilidad.

Tan tranquila estaba que me fui a la cama sin decirle nada a nadie. Al día siguiente se lo conté a mi hermano y a mi madre y no me creyeron… tuve insistir mucho para que se convencieran de que no les engañaba.

Muchas veces me he preguntado si no sería la dama blanca que me visitó a mi casa, no lo sé…

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